viernes, 9 de marzo de 2012

En tiempos del Chupacabras (El Financiero 1996)

Samuel Langhorne Clemens, conocido por los cuates como Mark Twain, vino a este mundo un 30 de noviembre de 1835, su llegada coincidió con la del cometa Halley, y el evento astronómico fue considerado como un augurio de grandeza que el autor de Tom Sawyer se encargó de cumplir cabalmente. Muy bien, mi hijo Fedro nació el 9 de mayo pasado (simplemente no le dio la gana de nacer el día de las madres y ese es un asunto que jamás dejaré de agradecerle). El asunto más notable que rodea el nacimiento del heredero lo he tratado de rastrear desde el sábado y los resultados han sido decepcionantes: no hay cometas, ni fuego en los cielos, ni nada, y asumo -quizá con cierta ligereza- que la transmisión de poderes en la CTM o el triunfo de los diablos rojos no guardan ninguna relación con el nacimiento de mi hijo.
¿Qué queda? Pues sólo el chupacabras, ese híbrido de guajolote, policía judicial y extraterrestre que se dedica a la saludable tarea de desangrar animales quien sabe para qué. ¿Qué significa que Fedro haya nacido en tiempos del chupacabras? ¿Qué será un chupasangre? ¿Qué será judicial? ¿Qué comerá tortas de pavo de don Polo? La verdad es que no lo sé y estoy desconcertado ante las posibilidades. Sin embargo el atarante del nacimiento ha generado algunas reflexiones sobre los hijos que quisiera compartir con usted, querido lector.
Sobre los hijos uno deposita expectativas en muchos casos excesivas; la imaginación se desborda y entonces hay que ser el primero de la clase o el más guapo, de pérdida el menos tonto o el que no se deja. Pero las expectativas son tan variables como este mundo y le abren al angustiado padre un abanico de opciones que es necesario atender de acuerdo a las ideologías que cada quien malamente construya. Para que, por ejemplo, el niño aprenda que la vida es dura no hay que dejarlo llorar si tiene fractura expuesta. Si lo que se quiere es éxito hay que ponerlo frente a un piano con el fin de que toque “Para Elisa” ante un grupo de adultos con más hueva que él. Otra alternativa es dejarlo en libertad de que haga lo que quiera hasta el día que asesine a sus padres por medio de un hacha, o que se haga artista alternativo y entonces se ponga un arete en el ombligo y huela a escroto de mapache.
Si se desea que tenga valores y se peine los domingos se le llevará a la iglesia, si en contraste se espera que sea un defensor del libre pensamiento se evitará la primera comunión y los tamales de la fiesta. Para politizarlo se le puede llevar a las juventudes revolucionarias del PRI dónde tendrá que vestirse como sólo un imbécil y los alumnos de cualquier facultad de derecho lo hacen. Cuándo la búsqueda se centre en un perfil izquierdoso, hay que ponerle Inti por nombre, meterlo en unas escuela activa y permitirle que hable, fume y tome con los grandes.
Si la expectativa es que nadie abuse de él. habrá que comprar una pera y ponerlo a entrenar hasta que llegue una demanda de la escuela. Si lo queremos ahorrativo le abriremos una cuenta en el banco y tendrá que rendir un informe pormenorizado del peso diario que tiene asignado. ¿Lo queremos calladito? un espadadrapo en la boca durante ocho horas; ¿intelectual? habrá que sentarse con él una hora diaria para explicarle todas y cada unas de las acciones parentales: “papá está verde porque se enojó con mamá”.
Como verá, querido lector, el ramillete de alternativas parece infinito y evidentemente si uno no toma las decisiones correctas el asunto se irá por la borda ¿Cómo educar a un hijo? No lo tengo claro. Sin embargo puedo decir que su nacimiento nos ha hecho felices a su madre y a mí, que espero que no se clave los cambios y que si es calvo lleve el asunto con la dignidad adecuada.