miércoles, 2 de marzo de 2011

De la belleza (El Financiero 1992)

En sus cartas escritas con la indudable intención de ser publicadas, Frances Erskine, Marquesa de Calderón de la Barca acotó sin ningun tipo de piedad en 1840:
"Al llegar por primera vez de los Estados Unidos, donde una mujer fea es un fenómeno, no se puede sino sentir sorpresa, al advertir la general ausencia de belleza que existe en México".
Ante esta declaración solo quedrían dos cosas por hacer: o se siente uno ofendido y protesta ante esta evidente agresión a la estetica nacional, o en cambio se suspira con alivio mientras se piensa: "Híjole, que suerte que no se refieran a mi".
¿Somos feos los mexicanos?, esta pregunta equivale a cuestionar si los argentinos son pedantes o las brasileñas buenotas y por supuesto existe el riesgo de generalizar peligrosamente. Sin embargo me parece que el tema puede ser abordado ponderando los sesgos que, en diferentes direcciones tiene nuestra belleza patria, es decir aquellos que son guapos como para salir anunciando calzones en la televisión y por otro lado, los que tienen una de esas caras que solo se ven en las películas del Santo contra los monstruos panzones.
En primer lugar habría que reflexionar sobre cómo se han transformado nuestros criterios estéticos a partir de la conquista española y más tarde la norteamericana. Originalmente, estoy seguro, nuestros antepasados debieron haber tenido un gusto bastante parejo, seguramente Xochipanquetzal era un guerrero fuerte, moreno con bigote en las comisuras y piochita que debe haberse chiflado por Cascuatloni que era una morena de cuerpo regular pelo negro y largo y quince dientes en la boca. Los españoles vinieron a arruinarlo todo ya que su mezcla con nuestros antepasados generó una diversidad de morfos notables que si bien enriqueció las posibilidades de elección, contaminó de manera definitiva nuestros criterios de valoración de la belleza. Los gringos por su lado, nos vendieron la imagen del hombre y la mujer rubios "con dientes rubios" que diría Blades, y nosotros la aceptamos gustosos firmando así nuestra sentencia, ¿Por qué? Pues simplemente porque no somos ni jamás seremos como ellos. Recientemente la revista Newsweek presentó una reflexión acerca de los criterios de belleza en nuestro país y ejemplificó utilizando el programa infantil "TVO", em el que un grupo de adolescentes buenísimas hacen concursos para niños. Todas ellas sin excepción... son rubias.
Ahora bien, pensemos en un mexicano promedio, imaginémoslo burócrata de Fertimex. Su cuerpo a fuerza de descuidos ha adquirido un volumen similar al de un bolo de boliche, tiene el pelo negro y picudo como para ensartar chaquira. Se ha dejado un bigote notable por lo ralo y cuando se rie muestra un premolar de oro. Crueldades aparte si comparamos a nuestro personaje con Tom Selleck debemos concluir inequívocamente que estamos bastante raspados, aunque se vale añadir: ¿Y?
Nos quedan dos alternativas, o replanteamos nuestros criterios estéticos o generamos rápidamente una dotación de psicoanalistas que se encarguen de trabajar nuestra eterna y profunda frustración por ser tan endemoniadamente feos ¿no cree usted?