jueves, 26 de noviembre de 2009

Razones para no quedarse calvo (Etcétera 1994)

Este es un mundo en el que la diversidad es una constante; existe gente alta, flaca o gorda. Hay quien tiene verrugas con pelos en la cara o lunares siniestros. El color del cabello puede variar desde el pelirrojo (cuyo poseedor se apodará inexorablemente Archi de por vida) hasta el morado tipo algodón de azúcar de las viejitas octogenarias.
Es precisamente de pelo (debería decir de su ausencia) que quisiera hablar en esta oportunidad... veamos:
Cuando un niño llega a la adolescencia, sufre una serie de cambios notables: después de hablar unos meses como Pepe Trueno se le engruesa la voz, se anuncia la aparición de la barba y el bigote (aunque hay excepciones como mi amigo Toño Mancebo que a los doce años parecía Carlos Marx) y le salen chipotes por todos lados. Además se llena de vellos en sus vergüenzas y empieza a corretear a la sirvienta (o siguiendo la sabiduría de Chucho Murillo, se lleva a la novia los Dínamos). Entonces aparece en escena el tío Julián, se le queda viendo al púber y anuncia:
--Ese niño va a ser calvo.
El pronóstico se cumple inexorablemente.
Los calvos de nuestros tiempos son un equivalente piloso de los leprosos de la antigüedad. En la escala de la desgracia social, los pelones se encuentran un escaño abajo de los gordos gelatinosos e inmediatamente arriba de los judiciales con diente de oro. Recuerdo que cada vez que le iban a presentar un candi(¿dote?) a mi tía la del árbol (llamada así porque hizo mierda un árbol de Navidad una noche de copas) preguntaba: ayyy ¿y no es pelón?.
Esta opresión hacia los alopécicos ha determinado respuestas francamente indecorosas. Un argumento paradigmático que enarbolan los grupos pro-calvo, apela a la apostura de Yul Bryner, Sean Connery o Robert Duvall. Desde luego, no conozco a ningún calvo que se parezca (ni a nivel celular) a los actores mencionados, al contrario, sus símiles más logrados son Lex Luthor, el señor Paz o Pistachón Zig-Zag. Estas comparaciones no pueden sino ser un camino directo a la depresion.
Otra razón que justifica la calvicie, es aquella que atribuye a los hombres sin pelo una inteligencia notable. Esta, por supuesto, es una tontería. Podría dar una lista interminable de calvos cuyo coeficiente intelectual es equivalente al de una puerta de baño.
La tercera falacia acerca de la calvicie plantea que los pelones son muy viriles y se nos dice (no sin cierta vulgaridad) que tienen pelo donde se debe. Mentira, el espectáculo más repugnante que he presenciado en mi vida sucedió en Huatulco cuando presencié a un pelón untarse crema de coco en una espalda que parecía tapete de avión. La mezcla entre el aceite y el pelambrero era escalofriante.
En realidad si de buscar razones se trata, es mucho más simple hallar un ramillete para que todo aquel que sienta su cabellera en peligro la conserve a toda costa. Revisaré a continuación algunas de estas razones:
1) EL QUESO DE OAXACA.- No hay que quedarse calvo porque uno de los recursos más siniestros para ocultar la ausencia de pelo es la técnica del quesillo. Es muy simple: el pelón se deja crecer hasta la nuca el pelo de uno de sus costados, posteriormente toma un litro de goma de tragacanto y se acomoda la masa pilosa sobre la coronilla. Al verlo uno recibe la vaga impresión de que el sujeto en cuestión trae un gato en la cabeza. Un segundo problema es que al meterse a la alberca, nuestro protagonista tiene que nadar con la testa de fuera, como hacen las viejas gordas en Oaxtepec. Además cada que hay ventolera es necesario inclinarse a favor del aire lo que le confiere al pelón un aire como de Karen Carpenter cantando Close to you.
2) EL PUNTO DE REFERENCIA.- Uno no debe quedarse calvo para evitar convertirse en una referencia obligada. "Allá, al lado del pelón" dice la gente. Una derivación terrible es la que determina que durante la celebración de las fiestas patrias en Coyoacán, la coronilla de un hombre calvo, sirva como objetivo para una lluvia de elotazos que lo pueden dejar pendejo de manera indeleble.
3) EL FUTURO POLITICO.- No hay que quedarse calvo si se tiene alguna ambición política, recuerde que tres de nuestros últimos cuatro presidentes han sido calvos. Esto quiere decir, de acuerdo a mi amigo José Luis Osorno un experto en estadística, que la probabilidad de que los siguientes seis mandatarios de nuestro país sean pelones, es de 1/54, cifra necesaria para atinarle al Melate. La sabiduría de esta predicción se confirma al analizar a los candidatos a la presidencia; podríamos, en un abuso retórico, decir que a lo mejor no hay propuesta pero eso sí, mucho pelo.
4) EL BISOÑE.- Probablemente el último recurso de un pelón es el bisoñé. Por algún misterio indescifrable, los diseñadores no han logrado producir un peluquín veráz y esta incompetencia salta a la vista. Cuando uno se fija en alguien que trae su aplique destacan inmediatamente dos factores: a) parecería que el pelo le emerge del bulbo raquídeo y no de la nuca como a la gente normal b) el interfecto evita estornudos, toses y en general todo movimiento que pueda hacer peligrar la integridad de su melena. Esta última característica lo convierte en un equivalente urbano de Gandhi, nomás que con peluca. Además ¿qué tal si el dueño del peluquín se involucra en un lance amoroso y su amada le quiere acariciar el pelo? ¿Se quedaría con él en la mano? Guácala.
5) LOS IMPLANTES.- El único señor que al que le vi un implante parecía muñeca Mi Alegría, se le notaban unos puntitos rojos de los que salían muy timidamente unos pelitos como de tapete para las visitas.
-Se hizo un implante- me dijo mi mujer muy quedito, y agregó: -le salió a dólar el pelo.
-¡Quééé!- grité -¡¿un dólar por pelo!?
Georgina nunca me lo perdonó.
6) LOS CHISTESAZOS.- Una última razón para no quedarse calvo es para evitar convertirse en el blanco de chistes mamones entre los que destacan: a) no tienes un pelo de tonto b) :agáchate porque das charol" c) tráes quemacocos y palanca al piso d) ya se te ven las ideas... etcétera.
No, en realidad la gente nunca debería quedarse calva por estas y otras muchas razones. Sin embargo hay ocasiones (como en mi caso) en que es demasiado tarde.
Ni modo.